Secreto en la montaña



Reseña
Fuente: http://fotograma.com/notas/reviews/3888.shtml


'Brokeback Mountain', última película del talentoso director taiwanés Ang Lee, se encuentra ya entre las mejores de las que ha hecho fuera de su país. El relato del encuentro en 1963 de dos cowboys y su posterior enamoramiento en las montañas de Brokeback, donde trabajan juntos cuidando de un gran rebaño de ovejas, es un film austero, por momentos incluso algo aséptico, con un tempo narrativo pausado y reflexivo, pero finalmente emocionante.

Ang Lee nos lo cuenta de manera escrupulosamente respetuosa, y a la calidad del film contribuye la química sostenida entre los actores Heath Ledger y Jake Gyllenahall a los que cabe agradecer su valentía en aceptar unos papeles en los que no es fácil imaginar a Tom Cruise o Brad Pitt.

La historia de Ennis Del Mar (Heath Ledger) y Jack Twist (Jake Gillenhaal), dos vaqueros que se conocen en el verano de 1963 trabajando en Brokeback Mountain, fue publicada por The New Yorker en 1997 firmado por la premio Pulitzer Annie Proulx.

Sus líneas conmovieron a miles de lectores entre los que se encontraba la guionista Diana Ossana, cuyo entusiasmo contagió a Larry McMurtry (también Pulitzer y escritor de novelas como La fuerza del cariño además de guionista), y con cuya colaboración se armaría de empeño para adaptarla a guión y llevarla a la gran pantalla.

Como muchas otras producciones de éxito, su materialización fue complicada y durante un largo tiempo no lograron el compromiso firme de ninguno de los productores. Se encontraron con constantes muestras de interés pero el proyecto no llegaba a buen puerto. Como premio a su tenacidad, una vez se fueron atando los cabos acabaron con Ang Lee en el puesto de director. Porque el realizador de las oscarizadas Sentido y sensibilidad y El Tigre y el dragón, amén de La tormenta de hielo o el inconcebible cambio de registro de Hulk, tenía las dotes necesarias para tratar de la mejor forma la compleja situación de Ennis y Jack.

Los dos protagonistas se nos muestran como jóvenes vaqueros que lo son hasta la médula. Rudos, encaminados al matrimonio y a la procreación y casi dispuestos para anunciar cajetillas de tabaco, su convivencia transcurre dentro de lo que cabría entender dentro la normalidad de su trabajo, de no ser por que el idílico paisaje de las montañas y su constante compañía acabarán por forzar el paso a sus emociones. Estas podrán estar ocultas en lo más hondo de sus entrañas, pero una vez han comenzado a filtrarse nada podrá detenerlas. De una u otra forma, quedan marcadas tan profudamente que han de determinar sus vidas.

Con ese argumento, Ang Lee firma una bella y triste película de romanticismo atípico. El sentido final no queda en un lugar diferente del de todas las historias de amor imposible que por alguna razón llegaron a calar a los espectadores haciéndose tangibles. No se aleja de ellas por cuanto la naturaleza homosexual no las distingue demasiado, y que esta sea uno sólo de los obstáculos por vencer donde ellos mismos aguantan el muro que los separa antes de plantearse derribarlo, es posiblemente una de las razones de que funcione. Porque contra lo arquetípico y manido del genero romántico, hay algo diferenciabe, creíble y cuyas consecuencias son lujosamente detalladas para que todo su entorno y el de los personajes cercanos sean testigos o víctimas colaterales de su amor.

Incluso quienes más puedan violentarse por el modo de contacto gay, apenas encontrarán los imprescindibles momentos en que descubren sus deseos, y en el resto la mesura en lo físico aparecerá con la función de desvelar cuanta fragilidad se esconde detrás de su dureza. Lee es sosegado en el manejo del tiempo para encontrar la evolución natural de sus días, la fotografía de Rodrigo Prieto (compañero de Alejadro González en Amores Perros y 21 gramos) embellece la montaña que simboliza para sus protagonistas algo valioso y recóndito que merece ser cuidado, y se acompaña suavemente por la música de Gustavo Santaolla (Diarios de motocicleta y de nuevo Amores Perros, 21 gramos), colaborando en esa sensación de emoción contenida.

El gran éxito de la propuesta consiste en colocar la sexualidad de los personajes como una barrera para su amor, pero no para la comprensión de sus desdichas para el espectador medianamente receptivo. El sufrimiento de estos acaba por revelarse excesivamente asimétrico a la opinión de quienes no les entienden, su dolor no tiene género ni contexto social. Por todo ello logra hacerse fácilmente comprensible.

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