EL OCTAVO DÍA

EL OCTAVO DÍA
Ficha técnica:
Director: Jaco Van Dormael. Intérpretes: Daniel Auteuil (Harry), Pascal Duquenne (Georges), Miou-Miou (Julie), Isabelle Sadoyan (Madre de Georges), Henri Garcin (Director de empresa), Michèle Maes (Nathalie), Laszlo Harmati (Luis Mariano), Hèlène Roussel (Madre de Julie), Fabienne Loriaux (Fabienne), Didier de Neck (Marido de Fabienne). País: Bélgica. Año: 1996. Producción: Philippe Godeau para Pan-Européenne Production con la participación de Home Made Films, TF1 Films, RTL.TVI, Working Title, D.A. Films y la colaboración de Canal +. Presentada por: PolyGram. Guión y diálogos: Jaco Van Dormael. Música: Pierre Van Dormael (Art Public). B.S.O.: Mercury Records. Fotografía: Walther Vanden Ende. Dirección artística: Hubert Pouille. Montaje: Susana Rossberg. Estreno en Madrid: 18-X-96 (Aluche, Ciudad Lineal, Juan de Austria, Novedades, Palacio de la Prensa, Renoir Plaza de España, Roxy B, Tívoli). Distribuidora cine: Sogepaq/PolyGram. Distribuidora vídeo: PolyGram. Duración: 114 minutos.

Género: Comedia dramática.
Premios principales: Premio exaequo al mejor actor (Daniel Auteuil y Pascal Duquenne) en el Festival de Cannes 1996. Nominada al Globo de Oro 1996 a la mejor película en habla no inglesa. Público apropiado: Jóvenes.

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Reseña:


Harry (Daniel Auteuil) es un ejecutivo de ventas que, además de estar absorbido y agotado por su trabajo, vive una crispada separación de su mujer, que se ha quedado con los hijos de ambos. De una institución especializada salen con sus familias, que han venido a buscarles —comienza el fin de semana—, los internos: son jóvenes con síndrome de Down. Georges (Pascal Duquenne), uno de ellos, olvida que a él nadie vendrá a buscarle, y, a pesar de la advertencia de uno de los celadores, sale a la carretera, con su maleta, para ir a ver a su madre.

Al mismo tiempo, Harry, el ejecutivo, camino de su solitario apartamento, en automóvil, encontrará a Georges, ya de noche, perdido en la carretera bajo la lluvia. Y aquí comienza una relación entre los dos, que constituirá la historia y contenido de la película.

Una historia de amor de amistad, de liberación, generosidad y desamparo. Jaco Van Dormael, belga, nacido hace cuarenta años, desde 1980 ha dirigido cortometrajes y reportajes, casi todos ellos premiados. Siempre interesado por el mundo de los niños, en 1991 realiza su primer largometraje, Totó, el héroe —en el que también interviene Pascal Duquenne—, Cámara de Oro y Premio del Público en el Festival de Cannes. También en el Festival de Cannes El octavo día ha obtenido el premio de interpretación masculina, exaequo para Daniel Auteuil y Pascal Duquenne.

Duquenne realmente tiene síndrome de Down. Van Dormael ha querido mostrar, en una sencilla historia lineal, la singularidad del hecho de tener esa enfermedad, las diferencias. De ahí ese encuentro y choque entre dos mundos: el de Harry y el de Georges.

El mundo de Harry, el del alto ejecutivo de ventas, se supone que es el del orden, el de lo razonable; se supone que Harry es el integrado en la sociedad, el fuerte que puede ayudar al desvalido huérfano con síndrome de Down. El mismo Van Dormael dice que ambos personajes forman una pareja semejante a la del payaso listo y el tonto, al estilo de Stan Laurel y Oliver Hardy.

Georges, el desorden, la imaginación, la locura... es al mismo tiempo, sin embargo, el fuerte, pues ama sin prudencia humana, sin límites, y el que, por eso, sabrá ayudar en lo más hondo a Harry, que no se compromete, no se arriesga del todo, limitado por la sociedad que le esclaviza, por la norma civilizada, por su reducido mundo, que le hace perderse como persona, y perder a su familia. Georges vive el hoy, se entrega a todo, y así su mundo es universalmente abierto, libre.

Harry ha convertido el trabajo de la persona, que es por eso creador, en condena, en producto de robot; encerrado entre los asfixiantes muros de sus siete días, no ve más realidad que la de vender y exigir, no sabe dar. El encuentro con Georges supone entrar en el octavo día, en el que el amor es lo primero, y por eso la verdad, y la libertad, y no hay atadura de tiempo ni son muros las normas y los días. El encuentro con Georges lleva a Harry a tener que ocuparse de alguien, a amar, a ser libre, dueño del tiempo y no esclavo de él; le hace capaz de vivir.

Puesto que en definitiva el joven con síndrome de Down es el fuerte-débil, por su naturaleza no puede sobrevivir sin alguien a su lado a quien querer. De ahí que la pareja que forman Georges-Harry sea la verdadera significación del film. Esa solidaridad que fortalece sus debilidades distintas.

Jaco Van Dormael recuerda que en el teatro del XVI y XVII, en algunos países eran hombres disfrazados quienes interpretaban papeles femeninos, y que en los comienzos del cine, blancos actores ennegrecían sus rostros para interpretar papeles de negros; así, hay ahora una inicial desconfianza en dar papeles de responsabilidad a estos seres diferentes —Rain Man o Forrest Gump—, sin embargo, afirma, el trabajar con Pascal Duquenne no supone ni mayor ni menor dificultad que con un actor normal, pues él es actor. Al contrario, ha aprendido de él una importante lección: la exigencia capital de trabajar a gusto para trabajar bien. Lo cual significaría no capricho sino sinceridad: se trabaja con convicción cuando lo que se hace es verdad, y se hace a conciencia; si no, no.

En nuestro mundo —que es el de Harry, el mundo llamado normal—, en el que predomina no sólo la razón de eficacia material sino el concepto abstracto, que limita todo al empequeñecido límite de una razón humana, que prevé y clasifica todo según el preordenado fichero, los elementos de desorden, como son estas personas con síndrome de Down, que saben darse, que aman la vida, el momento presente, nos recriminan. Son como el amor sobre la tierra.

Así que El octavo día no es sólo una película sobre personas con síndrome de Down, va más allá; va tan allá como va el amor, y nuestra necesidad de él. Georges es más que un símbolo, es el mundo que nos falta, o que menospreciamos y desconocemos; y está a nuestro lado, tendiéndonos continuamente la mano, como un pordiosero que enriquece. La vida humana, reglamentada por una civilización que ciega, que impide ver el gran misterio de la universal realidad, necesita vivir en el octavo día, con los Georges.

El actor Daniel Auteuil (Harry) ha sabido actuar en la película como parece que sería lo adecuado en la vida real, ante un imprevisible Georges, ante las inesperadas exigencias del amor, ante la necesidad del otro que desbarata el preconcebido y propio plan. Auteuil ha actuado al ritmo de la espontaneidad de Georges, libre, hasta ser capaz de reaccionar bien ante lo inesperado, de modo que se establece un equilibrio —y esto también sería así en la vida real—, una armonía solidaria, una justicia, entre los ejecutivos de ventas y las personas con síndrome de Down; una unidad formada por estas dos caras de la moneda-hombre.

En la película es Georges quien salva a Harry, le hace nuevo, bien que hasta cierto punto, pues lo que aún queda en él de viejo ejecutivo de ventas le incapacita para salvar a Georges. O bien, mirado desde un ángulo más optimista y profundo, Georges sobrevive en la nueva vida que inicia Harry.

Después de ver esta comedia de Jaco Van Dormael, mejor dicho, de vivir en ella, quedan más al descubierto los valores de la persona humana, sus posibilidades y exigencias, sus emociones. Despierta el interés por los otros seres humanos, o bien, si uno está atrincherado en el egoísmo, rechazará este cuento dramático-tierno como una boba futilidad. No digo que la película sea perfecta, ni completa: una obra artística no puede ni debe recoger toda la vida, sino sólo algún aspecto, para que quede más subrayado.

Sería cruel pensar que la vocación o el destino de los diferentes sea siempre morir, de soledad, o de abandono. Y, menos, el suicidio. Es ciertamente alegórico el final de la película de Van Dormael, el final de la vida de Georges, y ambiguo, y al mismo tiempo real; el huérfano, su hermana casada no quiere acogerle como miembro de la familia, y una institución benéfica es un bien menor, sólo un necesario remedio para evitar el desamparo.

Hay facetas de la vida de Georges que no están más que apuntadas: la sexualidad, el posible matrimonio... Entrar a fondo en esta realidad fundamental exigiría un tratamiento a parte, otra película. La vida moral, la religiosidad. El trabajo, la realización como persona.

Dije antes que El octavo día es una comedia, y así me parece: sentimental, dramática, lúdica, cómica, en la que hay un amplio despliegue de fantasía y sueño, en donde se expresan bien los hondos matices del alma humana, de su capacidad de ternura, su anhelo de felicidad, sin caer ni en el exceso didáctico ni en lo ridículo; la risa es un buen elemento distanciador y compensador. Ni Harry es un monstruo gigante del egoísmo ni Georges es un desharrapado huerfanito de Dickens. Harry es un prototipo del tristemente normal hombre de hoy; y Georges es como muchos otros diferentes. El desastre familiar de Harry y su trabajo excesivo y obsesivo también son normales; como normal es la desgracia de Georges.

Pero Van Dormael, con su comedia, con su juego a múltiples bandas, despierta la conciencia ante lo anormal de esta normalidad, injusta, a la que el egoísmo acostumbra, embotando el sentimiento, tergiversando los valores, haciendo que el hombre se desconozca y se pierda a sí mismo. Cuando esto ocurre, entonces sí, la bondad de los georges, su generosidad sin defensas, se desangra, vulnerada, hasta morir.

Me parece que El octavo día es un film para adultos y para niños. Jaco Van Dormael tienen un mundo propio, una personal manera de mirar cosas y personas, de ahí que su obra sea creativa. Más o menos conseguida pero creativa, cosa mejor que la perfección mimética de tantas películas de hoy, que son casi sólo técnica.

Van Dormael juega con la magia técnica, sí, pero al servicio de lo real, de la imaginación, lo espiritual, lo onírico, el drama y la fantasía: a veces sus personajes vuelan, animales caseros cobran vida y hablan como en los cuentos, el entusiasmo de Georges por las canciones de Luis Mariano se expresa en divertidísimas secuencias hilarantes. Es un film que divierte y es un film que cala, que, de manera sencilla, mueve a la reflexión. De manera a veces desmesuradamente infantil, osada, que introduce en un mundo desconocido, ante el que, si hay un inicial desagrado, al que uno no se ha atrevido a acercarse, de la mano de Van Dormael, produce una enorme satisfacción conocerlo, hasta amarlo.

Hay algo, o mucho, de circo en El octavo día, del deslumbrante mundo del circo. Deslumbrante para los niños. Jaco Van Dormael fue payaso. Por eso dije que esta es una película para adultos y para niños, o tal vez es que exija o pida hacerse un poco niños para poder deslumbrarse, y reír y llorar con la historia de Georges y de su amigo Harry. P.A.U.

1 comentario:

Unknown dijo...

Un homenaje a la vida y al amor

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El mundo es un archipiélago y lo único realmente globalizado es la proliferación de lo heterogéneo”

(Subcomandante Marcos)